miércoles, 6 de julio de 2011

Antonio no quería ser policía

Antonio Cantú.
Foto: Terra
Nunca soñó ser policía ni jugó a los detectives; no persiguió el misterio ni los crímenes, pero al final se dejó atrapar por ellos. Así, como de casualidad, Antonio Cantú, un hombre normal y corriente, un americano pequeño, de mexicanas proporciones, bajito, casi pegado al suelo, llegó a pisar lo más alto del servicio secreto americano.

Este químico, nacido en Estados Unidos, de ascendencia mexicana y que vivía en Canadá, recibió un día una llamada de Washington que le cambió la vida. Al otro lado del teléfono el hermano de un antiguo profesor de su facultad. Querían entrevistarle para colaborar con el servicio secreto americano. El niño que no soñaba con ser detective de mayor no se lo pensó dos veces. Su trabajo se centró en los documentos. El papel, la tinta, el disolvente, las huellas... podían resolver casos y allí donde los demás veíamos solo palabras en un papel, Antonio veía la hora de un asesinato, la trampa de una estafa, el motivo de un robo...

Participó en la investigación del "ángel de la muerte" y estuvo en la Corte que juzgaba a Michael Jackson para hablar de las huellas que habían aparecido en una revista para mayores en la casa del cantante. "Me impresionó mucho hablar delante de Michael Jackson", explica con un tono misterioso que no termina a resolver.

Poco a poco, el hombre pequeño, bajito, casi pegado al suelo fue creciendo hasta convertirse en el jefe de la división científica del servicio secreto americano y durante años cualquier caso que daba la vuelta al mundo, antes había pasado por sus manos.

Hoy Antonio Cantú está jubilado y viaja más que nunca. Lleva en su maletín casos que muestra con una sonrisa fácil y contagiosa a los más jóvenes... a los que sí juegan a ser policías, a los que aún sueñan con ser detectives.

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