viernes, 22 de julio de 2011

Palmira, el reportaje más raro de mi vida

-Tengo una historia buenísma- le cuento a la jefa de sección desde Oporto.

Y en parte era verdad y en parte era mentira. La verdad es que la historia era buena, la mentira... que no la tenía. Esto lo hacemos mucho los periodistas, los únicos pesimistas que confiamos en la suerte.

-Bien, pues para mañana.

Ahora solo había que encontrar a una ermitaña de nombre Palmira en la zona central de Portugal, pero tenía una pista y en la pista estaba el reportaje. La mujer de 73 años tenía una lápida en el cementerio de Penalva de Alva, aunque ni estaba muerta ni tenía intención de estarlo.

-¡Vendido! A la edición le encanta tu tema ¿Cómo lo llevas?
-Perfecto, casi terminando, cuenta con ello.

Pero en Penalva de Alva nadie tenía la menor idea de donde vivía Palmira y me empezaba a desesperar. Así que mi compañero Andrés y yo decidimos irnos a la montaña en busca de la señora y sin quererlo acabamos en un curioso pueblo tan pequeño que casi tuvimos que aparacar el coche fuera.

-Palmira, sí, yo sé, yo sé- dice un hombre que le falta un dedo después de ofrecernos casi todo lo que podía... incluida su hija como novia, una gallina como comida y otros manjares que algunos aceptamos y otros esquivamos con buena vista.

Este es el final de un viaje al reportaje más raro de mi vida... el día que entrevisté a una muerta viva.





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