lunes, 18 de julio de 2011

Felisa y Remedios

Como un día más llegó a su casa, abrió el buzón y de golpe debía seiscientos euros a la compañía telefónica. En su factura había un largo listado de llamadas a videntes y líneas eróticas y, por más que quiso, Remedios no pudo evitar sospechar de su marido y de sus hijos...así que se calló.

A dos calles de allí, Felisa dejó de usar el teléfono fijo y aún así bajo la puerta de su casa se colaba cada mes una factura de casi trescientos euros... En seguida pensó en un trabajador despechado de la compañía telefónica... así que no lo comentó, sencillamente llamó a la compañía.

Y así Felisa y Remedios pasaron seis meses de silencios vergonzosos y de quejas a la compañía y no eran las únicas. Sin ni siquiera descolgar el teléfono, medio barrio había estado llamando  a videntes y líneas eróticas, incluso la pobre viuda Concha que se quejaba, con razón, de una farsa tan deshonrosa. Solo una calle pequeña y peatonal de este humilde vecindario de Aljaraque permanecía ajena a la estafa y en ella vivía la estafadora.

Al final la rabia de unos y la vergüenza de otros terminaron cruzándose por la calle. Y así, casi medio año después, el barrio descubrió que fue F., esa vecina, madre y esposa normal y corriente, la que había desarrollado un plan propio del más brillante ingeniero de Telecomunicaciones... para al final cometer el más torpe de los errores. Entre tantos 806, también llamó a su familia.

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